Y al parecer no es tan difícil mirar los ojos que te enamoraron y que todavía lo siguen haciendo, esa dulce boca que se mueve con toda la suavidad posible para sonreír y hacer de su rostro todo un monumento, toda una maravilla… A veces cuesta estar pendiente de todo lo que tienes que decir, tan sólo para conseguir una caricia, una sonrisa y una palabra bonita; pero por ella haces todo lo que sea posible, sacas lo mejor de ti, dices lo que sientes, la envuelves en un grandísimo mundo de sentimientos, donde le muestras todo lo que puedes dar, todo lo que harás para conseguir su felicidad, su estabilidad y su cariño.
Luego te vas por un camino dibujado por ti mismo, donde tú te crees lo que dijiste, donde estás convencido que a tu lado sí será la mujer más feliz que existirá sobre la faz de la tierra. Ese camino que se hace eterno, duradero, hermoso, espléndido te lleva a asegurarte cada vez más sobre las metas y los logros que le has garantizado, al momento del sí comienza la dura labor de cumplir con lo que dices, con la gran felicidad del momento, la buena recompensa que quizá has esperado por algún tiempo, y al pasar del tiempo aun así con los problemas que se han presentado, las peleas momentáneas, los disgustos permanentes, te das cuenta que es a esa mujer a la que amas, a la que en verdad le has puesto a su disposición un corazón valiente, que se atrevió a quererla con todos sus pro y sus contra, que juró su mayor lealtad y fidelidad con una única condición, “ser correspondido y amado”.
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